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Disparate free
Eran tiempos en los que los billetes free de las compañías aéreas estaban al orden del día para los que trabajábamos en aviación y estando un buen día de servicio, se presentó en la oficina un compañero acompañado, según me dijo, de un familiar.
Iba con prisa y me comentó a ver si no me importaría acompañar a su familiar a la facturación del vuelo que iba para Granada e intentar que le cogieran. También me comentó de pasada que el hermano de su acompañante era piloto y me dio el billete free a su nombre para embarcar. Después de escucharle le dije que no se preocupara, que en cuanto tuviera un momento, me acercaría con él al mostrador.
Seguidamente le indiqué al chaval, no tendría más de 20 años, que se sentara un rato hasta que me dieran un relevo. Pronto me di cuenta que el amigo era parco en palabras, ya que llevaba un buen rato sentado y no había dicho ni mu, y a las preguntas que le iba haciendo para pasar el tiempo, sólo me contestaba con cortos monosílabos.
Pasado un rato, nos dirigimos hacia la Terminal y pacientemente esperamos a que terminara la facturación del vuelo, fletado por el Imserso, y observé que había otros 4 frees más esperando para embarcar. Dos pertenecían a la compañía, otra era una azafata y el otro un piloto de otra compañía. Terminado el embarque nos dicen que hay plazas libres. Al llegar nuestro turno, nos preguntan que nos identifiquemos. Seguidamente me presento y les comento que es mi acompañante el que quiere embarcar.
A la pregunta de “¿Dónde trabajas?”, el familiar de mi compañero les responde de la forma más natural: “Yo zoy peluquero”, “Si pero tu hermano trabaja en aviación ¿No?”, intercedo de forma súbita por él en la conversación, “¡Qué vaaa!, zi mi hermano e’ arbañí, y como yo, teme a lo avione’ ma’ que a un nublao”, me responde de manera jocosa y atolondrada.
En ese momento, y después de acordarme de mi compañero y de alguien más de su familia, me dije a mi mismo: “Tierra trágame”. Lo que pasó después, creo que fue un acto más de buena voluntad que de otra cosa por parte de la compañía, ya que al final el chaval embarcó en el vuelo sin ningún problema.
Mi buen compañero Manolo, ahora comandante en una compañía aérea, me la había clavado hasta la bola, para evitar pasar el mal rato que yo pasé. Según me confesó días después, ni familiar, ni pariente, ni nada, simplemente se trataba de un disparate de compromiso free, que nunca me llego a aclarar.
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