Amerizajes Forzosos

Category: General Published: Thursday, 16 May 2013 Written by SICA Blog

El domingo 21 de junio de 1964, un Douglas DC-3 de la compañía aérea Tassa (Trabajos Aéreos del Sahara), matrícula ECAQH, y con 28 personas a bordo, 25 pasajeros y 3 tripulantes, tuvo que hacer un amerizaje de emergencia en aguas de la bahía de Palma de Mallorca pocos minutos después del despegue.

La aeronave procedía del aeropuerto de Londres/Luton y tras una escala en el aeropuerto de Palma, despegó con destino al de Ibiza. Minutos después y debido a un fallo en los dos motores, la aeronave se precipitó en el mar a unos quinientos metros de la costa, según consta en el parte de incidencias de aquella noche (04:00: EGGW/LEPA/LEIB DC-3 TASSA. Amerizaje forzoso tras despegue a 500 metros de la costa frente a Cala Gamba).

Según cuentan periódicos de la época, “la serenidad del piloto y la presencia de unos pescadores, evitaron que ocurriera una catástrofe”. Sólo se produjo una víctima y por imprudencia, al querer recuperar sus pertenencias del interior de la aeronave momentos antes de que ésta se hundiera.

En este caso los encargados del rescate no fueron Capitanía Marítima, ni las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, ni se contó con el apoyo del Servicio de Alerta y Rescate (SAR), sino que tan sólo se contó con la inestimable ayuda de unos pescadores que faenaban por la zona y que con sus barcas pudieron auxiliar al pasaje que llevaba la aeronave.

De la misma manera, el 16 de septiembre de 1966, otro Douglas DC-3, matrícula ECACX, en este caso de la compañía aérea Spantax, con 27 personas a bordo, 24 pasajeros y tres tripulantes, se hundió en la costa de El Sauzal, Tenerife, después de otro amerizaje forzoso. El vuelo despegó del aeropuerto de Los Rodeos sobre las ocho y media de la mañana con destino al de La Palma, e inmediatamente después del despegue sufrió un fallo en la hélice de un motor, lo que le obligó a realizar un amerizaje en aguas atlánticas.

En este caso también hubo una victima mortal, que presa del pánico se hundió con la aeronave, y si la tripulación y el resto del pasaje salvaron sus vidas, fue gracias otra vez, a la rápida actuación de unas barcas de pescadores. Como anecdota al margen cabe comentar en este caso, que el comandante de la aeronave se tuvo que enfrentar a un Tribunal Militar en Consejo de Guerra por el abandono y muerte de un pasajero, salvándose de la pena capital al demostrar la autopsia, que el fallecimiento fue debido a un ataque al corazón y no a un ahogamiento.

Pero los tiempos cambian y las aeronaves de hoy en día trasportan casi siete veces el pasaje de aquellos DC-3, por lo que su rescate, en caso de amerizaje forzoso, se muestra más complejo y complicado que contar con la sola ayuda de unas barcas de pescadores.

Han pasado casi cincuenta años desde estos incidentes en aguas del mediterráneo y del atlántico, cincuenta años en los cuales no hemos tenido noticias de otro incidente similar en vuelos comerciales en nuestras costas, aunque contando con un total de veintiséis aeropuertos costeros, las posibilidades, remotas o reales, según se mire, están ahí. Y la pregunta es, ¿Estamos preparados para afrontar este tipo de incidentes con las suficientes garantías?.

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