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¿Quién se ha llevado mi queso?
Con una elevada deuda y unas previsiones de tráfico aéreo a la baja, no es difícil adivinar sobre quién va a repercutir las medidas que el Grupo Aena vaya a adoptar para corregir su pésima situación financiera, situación creada por sus propios gestores, gestores aprendices de políticos y maestros de la mala gestión.
Los trabajadores del Grupo Aena nos encontramos ante un nuevo escenario no conocido en Aena desde su creación en el año 1992, veinte años por los cuales han pasado hasta diez presidentes, un promedio de uno cada dos años, con diferentes e inacabados modelos de gestión del Ente Público.
Y hoy en día nos encontramos con aeropuertos semivacíos con nuevos edificios terminales, nuevos aeropuertos cercanos entre si en ciudades comunicadas por líneas de trén de alta velocidad, y con sólo unos pocos aeropuertos rentables que con sus ganancias, no llegan para hacerse cargo de las pérdidas propias y del resto de aeropuertos deficitarios.
No creemos que a nadie le pueda llegar a sorprender las medidas que se vayan a adoptar. Se veía venir de lejos y es ahora cuando nos echamos las manos a la cabeza, cuando también vemos que de las medidas no se va a librar ni el personal de su estructura, una estructura rígida y poco flexible por otra parte, en una organización que pretende ser dinámica y modélica en su sector.
Si la memoria no nos falla, recordamos que a finales de los años noventa Aena regaló a sus empleados un libro de Spencer Johnson titulado "¿Quién se ha llevado mi queso?", libro de motivación escrito en forma de parábola, en donde se describen las reacciones más habituales a los cambios en el trabajo y en la vida: la resistencia al cambio por miedo a algo peor, el aprender a adaptarse cuando se comprende que el cambio puede conducir a algo mejor, detectar pronto el cambio y finalmente apresurarse hacia la acción. Tal vez alguien ya se olía la tostada, pero parece ser que muchos de sus responsables no lo debieron leer.
No se auguran buenos tiempos para los empleados del Grupo Aena, y no se auguran, por la pésima y mal politizada gestión de sus responsables, no por culpa de sus trabajadores, que por desgracia serán los que al fin y al cabo acabarán pagando por culpa de los errores de los demás.
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