La caída del Imperio romano

Category: General Published: Friday, 11 February 2011 Written by SICA Blog

Desenlace final del post "El César, el esclavo lombardo y su abrigo de mutón"

Una vez llegados a las estancias imperiales, el César se quitó su abrigo de mutón y lo apoyó sobre una silla, para seguidamente preguntarle a su fiel esclavo lombardo:

¿A qué poción mágica os referís esclavo lombardo?

Lo sabéis muy bien, mi César, al Pergamino.

¿Al Pergamino?. Dijo un sorprendido César.

Si, al Pergamino con el Informe del Advocatus del Estado que solicitasteis mi César allá por la primavera del pasado año. Respondió el esclavo.

¿Y en que nos  compromete?. Preguntó un nervioso César 

En todo mi César, en todo. En el Pergamino queda claro que no buscamos el bien del pueblo romano, buscamos el nuestro propio.

En ese momento el César enfureció:

¡Y cómo pudo caer ese Pergamino en manos de esos troles!

Menospreciáis su instinto, mi César. Replicó el esclavo.

No creo que puedan hacerlo público. Balbuceó como pudo el César.

Os volvéis a equivocar, estos sicarios disponen de esa información y de bardos por todo el Imperio. Volvió a replicar el esclavo.

Llegado este momento, se desencadenó la cólera del César:

¡Esto es el final!, ¡Saquemos a nuestras legiones a la calle!

Entonces, el fiel esclavo meditó en voz alta:

Nuestras legiones están cansadas después de tantas campañas y es posible que se nos vuelvan en contra si conocen la verdad del Pergamino.

¡Pues llamemos a los mercenarios de Nubia y Siria!. Gritó encolerizado el César, y siguió diciendo,

Hay que llenar las calles de gentes y estandartes, da igual que sean legionarios o mercenarios, el pueblo tiene que ver que sólo nosotros podemos guiarlos, o podrían descubrir nuestras estratagemas y derrocarnos.

Atónito el esclavo no supo que decir, sabía que si decía lo que pensaba, el César podría mandarle a la arena del Circo. Después de un breve silencio, un César desorientado, se preguntó así mismo, mirando de reojo al mutón apoyado en la silla,

Y si ahora no tengo que salir de la Piovera, ¿Para qué necesito el mutón?

A lo que el fiel esclavo lombardo, consciente de la grave situación, en voz baja, le musitó:

Para lo que siempre os ha servido mi César, para nada.  

Nota de la edición: los personajes que aquí aparecen son ficticios y cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

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