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El César, el esclavo lombardo, y su abrigo de mutón.
Díjole el César a su esclavo lombardo:
- Tráeme mi abrigo de mutón que hemos de partir a tierras extrañas, más allá de la Piovera, para sofocar una rebelión.
- ¿El abrigo de mutón?. Preguntó el noble esclavo.
- Sí , el abrigo de mutón, hace tiempo que no lo uso. Dijo malhumorado el César.
- Pero, no sé dónde se haya. Respondió acongojado el esclavo.
- O me lo traéis o os envío al Coco para que corráis. Exclamó el César.
- Perdona mi César, pero el Coco eres tú, o ,¿Es qué ya lo olvidasteis?.
- Es verdad esclavo lombardo, por eso te ordeno que encuentres mi abrigo.
Pasado un rato el esclavo lombardo llegó con el mutón entre sus manos.
- Aquí tenéis el mutón mi César, pero pienso, que como nosotros, está un poco gastado.
- Me da igual, me abriga y además me trae suerte. Replicó el César.
- Más que suerte vais a necesitar para aplacar a esa furia de sicarios. Respondió el esclavo.
- Sicarios?. Exclamo el César de muy mal humor.
- Esclavo lombardo, no olvides que somos romanos y ellos son simples troles que se niegan a reconocer el poder del Imperio: "Senatus Populusque Romanus".
A lo que el esclavo lombardo le respondió:
- Si ,mi César, pero recordad que ellos tienen el secreto de la poción mágica …
Lentamente, en silencio y pensativo, el César se fue por los pasillos de Palacio, en dirección hacia sus estancias, enfundado en su mutón, y apoyado en el hombro de su fiel esclavo.
(Continuará)
Nota de la edición: los personajes que aquí aparecen son ficticios y cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
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