Leyendas Urbanas

Category: General Published: Tuesday, 15 May 2012 Written by SICA Blog

La Isla de Cabrera, perteneciente al Archipiélago del mismo nombre, es por su extensión la quinta de las Baleares, está situada a unas pocas millas náuticas al sur de Mallorca, y además es un Parque Nacional Marítimo Terrestre de gran belleza.

En Cabrera hay un pequeño Castillo en ruinas, y junto al camino que lleva hacia él, está el cementerio de la Isla que sólo contiene dos tumbas: la de un pescador Mallorquín que se ahogó en sus costas, conocido como “En Lluent” y la de un aviador alemán abatido durante la Segunda Guerra Mundial.

Corría el 1 de abril de 1944, cuando Joannes Bochler, piloto de la Luftwaffe, fue derribado cuando sobrevolaba aguas del Archipiélago de Cabrera abordo de su Me-109, por un caza británico de la RAF (Royal Air Force).

El cuerpo de Bochler fue rescatado y sepultado en el más estricto anonimato en el pequeño cementerio, sin recibir nunca la visita de sus familiares o amigos, ya que ninguno de ellos sabía dónde sus restos podrían descansar.

Cuenta la Leyenda, que el fantasma del alemán vagaba sin rumbo alguno en la noche por los caminos de Cabrera, y que tal era el desconsuelo que sufría el alma del joven piloto, que maldecía con "correr su misma suerte a todo aquel que osara profanar su lugar de descanso, condenando al intruso a perecer en tierra extraña alejado de su hogar y de los suyos".

Pero en 1982, casi cuarenta años después, por fin los restos de Joannes fueron exhumados y trasladados, por una Organización alemana, al cementerio militar Alemán de Cuacos de Yuste en Cáceres. En Cabrera todos pensaron que la maldición habría desaparecido, y que el alma del joven piloto había conseguido, ya por fin, el merecido descanso eterno al lado de sus compatriotas.

Sin embargo, como venía sucediendo desde hacía tiempo, un ramo de flores seguía apareciendo misteriosamente en la tumba del aviador. Tiempo después se supo, que el piloto británico que derribó a Bochler, conocedor de la historia y asiduo visitante de Mallorca, en un gesto de caballerosidad por su parte, recorría cada año la escasa distancia que separa una Isla de la otra para honrar al que un día le quitó la vida.

Sigue contando la Leyenda no escrita, que parece ser que por equivocación se llevaron los restos del pescador Mallorquín en lugar de los del piloto Alemán, y ahora no sólo sigue el fantasma del piloto vagando en la noche por los caminos de la Isla de Cabrera, sino que también hay otro fantasma desorientado y dando vueltas por tierras extremeñas, alejado de su mar.

En fin, sólo se trata de una triste Leyenda, pero sea como fuere, vaya por delante nuestro más profundo respeto tanto para el aviador, como para el pescador.

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