Son Sant Joan el aeropuerto más codiciado

Category: Últimas Noticias Created: Monday, 25 November 2013 Last Updated: Tuesday, 26 November 2013 Published: Monday, 25 November 2013 Written by SICA News

Diario de Mallorca, domingo 24 de noviembre de 2013. Con los beneficios que cosecha cada año el Estado en Son Sant Joan, daría para que Balears atrajese vuelos en invierno, bonificando al 100% en temporada baja las tasas de los tres aeropuertos de las islas. Y aún sobrarían millones para que la terminal mallorquina siguiera subvencionando la ruinosa red española de aeropuertos.

Decenas de millones. Una montaña de ellos, que dejan patente un hecho que es puro poderío aeroportuario y turístico: durante la tormenta económica que ha hecho añicos buena parte de la economía española, disparando la deuda de la red aeroportuaria a 15.973 millones y dejando en pérdidas a 36 de los 45 aeropuertos españoles, la terminal de Son Sant Joan ha logrado triplicar sus beneficios.

El cielo y las pistas de aterrizaje de Mallorca le han reportado así a la empresa nacional de aeropuertos más de 300 millones de euros de beneficios en cinco años de crisis (294 millones entre 2009 y 2012 y, en este mismo ejercicio, una cifra que podría cerrar cerca de los cien millones de euros, como en 2012).

La solvencia del aeropuerto de Mallorca es tal que tiene toda la pinta de volverse en contra de la Isla, enfrentada a una amenaza que suena a poesía: morir de éxito. Porque con el Gobierno de Rajoy frotándose las manos para hacer caja con la privatización de Aena, el aeropuerto de Mallorca parece condenado a ser víctima de su propia rentabilidad y convertirse en parte fundamental de la operación de venta al sector privado de la empresa pública de los aeropuertos.

Es lo que temen algunos de los empresarios e inversores más influyente y experimentados de la sociedad mallorquina, a los que cuesta creer que el Estado consiga vender Aena sin incluir en el paquete los únicos aeropuertos rentables de su red, los insulares. Que ese es otro hecho: España dispone de 45 aeropuertos, muchos de ellos tan cercanos entre sí que desde las pistas de uno se ve volar los aviones del otro, un exceso de oferta aeroportuaria cocinado en años de expansión económica y localismo político, que hoy contribuye de forma decisiva a que sólo cinco terminales estén libres de deudas y además obtengan beneficios.

De ellos, el mejor negocio se llama Son Sant Joan. Y de los otros cuatro libres de endeudamiento y rentables año tras año, tres están en Canarias y sólo uno en la península, el de Sevilla. Es decir, la red aeroportuaria de Aena se desmorona sin las islas. Y en las islas lo saben. Y lo temen.

De ahí que como dijo el presidente Canario en la pasada feria turística de Londres, los archipiélagos se sepan circunstancialmente unidos para plantarle cara al ministerio de Fomento, que anhela vender la única puerta de entrada a las islas para obtener casi 10.000 millones con la privatización de hasta el 60% de la red pública de terminales (actualmente Aena está valorada en 15.973 millones de su activo, lastrado por 12.615 millones en deudas).

La venta está en camino

La operación, de hecho, ya está en marcha. Y aunque en fuentes de uno de los potenciales compradores de Aena, la muy mallorquina Banca March, crean que la privatización aún está “muy verde”, desde dentro del Ministerio de Fomento aclaran a este diario que la idea es diseñar antes de final de año una primera fase de venta, con el objetivo de que se ejecute en 2014. En esa colocación inicial se sacaría a la venta un 30% de Aena para grandes accionistas (paquete del 5 o del 10%) y se incluiría un calendario para privatizar el resto de la empresa, con otro tramo de hasta el 30% para inversores minoristas.

Aunque en ese punto hay disensiones importantes: el Ministerio de Fomento pretende quedarse al menos la mitad del capital de Aena, para conservar el control público de unas infraestructuras tan sensibles como los aeropuertos, pero los inversores contactados le están dando al Gobierno la misma respuesta en todos los casos: nadie aceptará meter cientos de millones en una operación como esta, si luego no puede decidir sobre la gestión y el modelo de negocio de la empresa aeroportuaria. Como nadie aceptará, aseguran en una de las empresas que se lo plantea, excluir alguna de “las tres joyas de Aena: Madrid, Barcelona y Palma, como ya dijeron en su día en empresas como Abertis o Ferrovial cuando se les planteó la privatización”.

Manda Madrid

Aunque los equilibrios de poder tras la privatización son un problema menor para Balears: cuanto llegue, si llega, el daño ya estará hecho. Lo advierte por ejemplo Álvaro Middelmann, eminencia del negocio aéreo y actual presidente de la comisión de Turismo de la Cámara de Comercio, que explica que la preocupación es que las decisiones sobre los aeropuertos insulares “se puedan seguir tomando desde Madrid y sin tener en cuenta el elemento fundamental de todo este asunto: la insularidad”.

Insularidad: aislamiento. Falta de alternativas en medio del mar. Estrangulamiento económico, como acaba de probar Cemex, recuerda Middelmann, en alusión a la cementera que ahora quiere irse de Mallorca por no poder hacer frente a los costes extra de su actividad en la Isla.

Por eso defendemos la cogestión, que significa que, independientemente de quien detecte la titularidad del aeropuerto, la gestión se hará teniendo en cuenta los intereses de las Isla”, recuerda el empresario, que describe la gran alternativa que ofrece la sociedad balear: una gestión de los aeropuertos insulares en la que participen las instituciones de las islas y las empresas, con el beneficio de la economía balear como único principio rector.

Y eso peligra con una privatización que, incluso con la Barca March como accionista, relegaría los intereses de las islas en aras de elevar los beneficios de los accionistas privados del negocio aeroportuario. “El aeropuerto debe gestionarse para maximizar los beneficios para las islas, no para maximizar los beneficios de la empresa privada que lo gestione”, sintetiza Gabriel Escarrer, consejero delegado de Meliá.

Su preocupación es la misma que alarma al resto de empresarios turísticos de la isla, la que une sin fisuras a todos los partidos políticos con mínima representación: que las decisiones sobre el aeropuerto de Mallorca se tomen sólo con criterio económico, enterrando para siempre ideas como combatir la estacionalidad acercando a cero las tasas en temporada baja, como descongestionar días punta de tráfico y reducir retrasos elevando en fechas clave los precios aeroportuarios, o como rebajar el coste de los enlaces entre aeropuertos insulares para cohesionar al archipiélago.

Si se privatiza se acabó: irán a sacar tajada del aeropuerto y al final lo querrán explotar tanto que acabará dando perdidas”, Se teme Sylvia Riera, presidenta de las agencias de viaje, que aplaude la unidad de acción política, confía en sus efectos pese a la firme decisión de privatizadora de Aena, promete dar la batalla con el resto de empresarios y reclama a Fomento que tenga mínima sensibilidad con unas islas que dependen “totalmente” de sus aeropuertos.

¿Se tendrán en cuenta esas peculiaridades individuales? ¿Logrará el presidente Bauzá y la unidad de partidos que Fomento haga el caso a Balears que no ha hecho hasta ahora?. No apuesten por ello. Apuesten por lo que dice el presidente de Aena, José Manuel Vargas, que sostiene que “no es posible una fragmentación de la compañía”.”No tendría sentido desde una perspectiva empresarial”, reflexiona, y menos si lo que se fragmenta es el aeropuerto más rentable y, por ello, apetecible.

Temores de las aerolíneas

Así que la amenaza es tan grande como cierta. Y puede tener consecuencias. Lo advierten también en las aerolíneas, en las que avisan de los daños que podría causar a Mallorca que una empresa privada gestora del aeropuerto decidiera subir tasas en Balears para aprovechar el tirón turístico de las islas.

Podría haber efectos importantes, también sobre Air Berlín”, constata el director general de la aerolínea en España y Portugal, Paul Verhagen, que en cualquier caso tranquiliza y descarta una marcha del Hub de Air Berlín en Palma si hay una privatización y las tasas se disparan. “Ni se nos pasa por la cabeza”, zanja Verhagen, antes de criticar que se pretende “privatizar algo que es un monopolio, los aeropuertos”, condenando a Mallorca a ser víctima de su rentabilidad y de un “sistema de gestión en red en el que aeropuertos rentables subvencionan a otros deficitarios y con poca rentabilidad”.

Basta ver los tres aeropuertos conectados por AVE y autopista en 150 kilómetros de Galicia. O el que se construyó con dinero de todos el expresidente Zapatero para viajar a su León natal, donde apenas hay tráfico. O los nuevos aeropuertos redundantes de Castellón y Ciudad Real. O la terminal sin vuelos de Logroño. O la aventura ruinosa de Lleida, el último ejemplo de los muchos aeropuertos que pierden los cientos de millones que el de Mallorca y el de Eivissa ganan. Por ahí se antoja inexorable una privatización que empresarios, políticos y agentes sociales de las islas prometen combatir.

Rentabilidad máxima

Son Sant Joan es una máquina de recaudar: 182 millones en tasas y 53 en comercio al año. Si han volado en los últimos meses, necesariamente han pasado por la tienda que hoy recibe y despide a cada viajero que pisa Mallorca: la conversión del aeropuerto en una maquina de hacer dinero tiene su máximo exponente en el establecimiento comercial por el que es obligatorio transitar para volar, que hace pensar a empresarias como Sylvia Riera que se está vulnerando la competencia. De paso, Aena hace caja: los ingresos comerciales del aeropuerto han crecido de 45 millones en 2009 a 54 en 2012. Más aún reportan las tasas, cuyo ascenso vertiginoso con el Gobierno Rajoy resta competitividad a la Isla, pero entrega al Estado 182 millones, tras un crecimiento de los ingresos por esta partida del 47% (pasan de 123 millones en 2009 a 182 en 2012). ¿Obtiene algo Mallorca de eso?. Nada, porque “la reducción de tasas del 20% en invierno, aplicada por el Gobierno, no tiene ningún efecto”, lamenta Middelmann. Prueba de ello es que este invierno se alcanzará la oferta aérea más baja desde el año 2000.

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