Antes de nada se llama a un agente de terminal para que se persone y evalúe la situación: “La situación es un tanto compleja, el pobre perro tiene la cola atrapada en el borde del pasillo móvil y no para de aullar, menos mal que pararon el pasillo a tiempo”. Menos mal que funcionó el botón de parada de emergencia, pienso.
A todo esto al dueño del can y ante lo desesperado de la situación, le ha dado un mareo que le ha hecho perder el equilibrio y darse de bruces contra el suelo, por lo que se llama al servicio médico para que vaya a atender al pasajero. Pero al final, viendo que el estado de salud del mismo no reviste gravedad, el médico termina por ejercer de veterinario y atiende a la mascota también.
Al tratarse de un animal vivo, por ahora, hay que llamar al servicio de fauna del aeropuerto, los halconeros, que no hace mucho atraparon a un cernícalo que se había colado en la terminal. Y como no podría ser de otra manera, también avisamos a los bomberos. Estos últimos no se pierden ningún sarao ya sea dentro o fuera del edificio terminal. Empiezo a temer por la cola y la vida del pobre animal.
Parece ser, según nos cuenta el agente de terminal, que la expectación en la zona es máxima y que se está agolpando una pequeña multitud alrededor de la mascota y de su maltrecho dueño, por lo que se nos pide que llamemos a la Guardia Civil y a Seguridad para que pongan un poco de orden entre tanto mirón.
Puestos a llamar, no tenemos ningún procedimiento para liberar colas de perro de un pasillo móvil, y utilizando un poco el sentido común, también llamamos a mantenimiento para que se dirija un técnico hacia el lugar.
Finalmente y entre un agente de terminal, un médico venido a veterinario, un halconero, un bombero, un guardia civil, un agente de seguridad y un técnico de mantenimiento, la cola del perro ha quedado liberada. Seguramente se han movilizado más medios por la cola de un perro que por la de su amo. Y es que en esta vida hay que tener suerte hasta para nacer perro.
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